domingo, 11 de noviembre de 2012

El “viento de cola”




En el escenario internacional, la profundización del proceso de liberalización comercial y la expansión de la industria de Asia revirtió, en la última década, el deterioro de los términos de intercambio sufrido por la periferia latinoamericana a lo largo del siglo XX. En otras palabras, desde principios de la década pasada, se fueron presentando importantes cambios en la esfera económica global que provocaron un significativo aumento de los precios de los recursos naturales y el abaratamiento de los precios de los bienes industriales. De ese modo, en América del Sur, se generaron mayores exportaciones al resto del mundo que derivaron en una mayor entrada de divisas. Ese ingreso de dólares, provocado por el nuevo contexto económico global, es lo que los medios masivos de comunicación bautizaron como “viento de cola”.
Ahora bien, en grandes rasgos, las recomendaciones de políticas económicas, surgidas en los años setenta pero profundizadas a partir del “Consenso de Washington”, buscaban que, a nivel global, cada economía se especializara en la explotación de sus factores productivos relativamente más abundantes.
Así, las grandes corporaciones de la Unión Europea y, en especial, de Estados Unidos, en busca de aumentar su rentabilidad, avanzaron en un progresivo proceso de fragmentación de la producción industrial estandarizada y masiva, que fueron relocalizando en países “emergentes” con alta densidad de mano de obra barata. Este proceso fue esencial para el notable crecimiento de las economías del sudeste asiático y especialmente de China y, en los últimos años también de la India. Todas estas economías experimentaron un enorme aumento de su capacidad productiva industrial.
En tanto, en el resto de la periferia, principalmente en los países de América del Sur, el norte de África y Medio Oriente, donde el factor productivo más abundante eran los recursos naturales, se intensificó la desregulación de los mercados y el desmantelamiento de sus estructuras industriales. Los problemas de pago de deudas, la degradación de sus industrias y la pérdida de confianza en sus instituciones públicas desde los años setenta habían generado un clima que validó el seguimiento de las políticas económicas recomendadas por el “Consenso de Washington”. Estos programas provocaron, por un lado, graves crisis y una mayor dependencia de los grandes centros económicos globales fundamentalmente en materia tecnológica y sobre todo financiera y, por otro lado, una explotación sin restricciones de sus riquezas naturales.
El señalado incremento de la producción y el consumo en los países asiáticos implicó, asimismo, la señalada revalorización de los recursos naturales y el abaratamiento relativo de los bienes industriales. Así, la nueva organización de la producción mundial, donde las grandes potencias lograron reposicionar el negocio financiero en detrimento del productivo, mejoraron notablemente los términos de intercambio del comercio exterior de los países de América del Sur, que se vio reflejado en el aumento de los precios de sus principales productos de venta al exterior. De esta forma, en los países de la región, se alivió sustancialmente el histórico problema de la restricción externa.

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