Las
nefastas consecuencias del modelo neoliberal todavía perduran y seguramente se
requerirá de muchos años más poder reconstruir el entramado productivo y la
capacidad de gestión estatal existente a principios de los años setenta5. Ese
modelo empeoró el problema de la restricción externa a partir de haber dejado
como principales secuelas: una mayor dependencia tecnológica, más concentración
económica y extranjerización del capital, una deuda externa prácticamente
impagable, una cultura totalmente adversa al riesgo y, por lo tanto, una fuga
crónica de capitales y baja propensión a la inversión productiva de largo
plazo, un sistema comercial y financiero liberalizado y una débil capacidad de
política pública para regular la economía.
a. Mayor
dependencia tecnológica
La
Argentina padeció, entre 1976 y 2001 –con el último golpe de Estado mediante-
una administración de la economía contraria a la industrialización con
inclusión social. Entre otras medidas, el gobierno militar primero y luego los
sucesivos gobiernos democráticos fijaron el tipo de cambio de la moneda nacional
en relación al dólar en un nivel que encareció la producción local y abarató
los productos importados. De esta manera, el neoliberalismo desmanteló la
estructura productiva industrial alcanzada hasta entonces, desarticuló las
organizaciones obreras y contrajo el poder adquisitivo de los trabajadores,
generando que en la actualidad las estructuras productivas, más allá del
proceso de recuperación registrado a partir del año 2003, dependan de bienes de
capital, piezas y repuestos y bienes intermedios fabricados en el exterior.
En
consecuencia, en la medida que el mercado interno ha ido creciendo y la
industria fue ampliando su producción ha seguido habiendo sectores altamente
demandantes de productos importados para complementar su oferta. Así es que, con
el aumento del poder adquisitivo de la población, se demandan más electrónicos,
máquinas, autos, motos, juguetes, etc. cuyos componentes en buena medida son
fabricados en el exterior y consumen las divisas que genera la economía,
agudizando el dilema de la restricción externa.
b. Concentración
y extranjerización del capital
“Es
un hecho que puede verificarse que no hay nación desarrollada,
ni en
proceso firme de desarrollo, que no esté dirigida por
una
burguesía nacional dispuesta a generar el máximo de riqueza
en su
país y hacer oír su voz en el concierto mundial”
Jorge
Schvarzer
La
elevada volatilidad de la economía y las fuertes crisis facilitaron el proceso
de concentración y la extranjerización de la estructura productiva que acentuó
la toma de decisiones cortoplacistas en detrimento del desarrollo productivo.
En la medida en que operan en la economía nacional corporaciones de mayor
envergadura, que no confían en las posibilidades de desarrollo local y pueden
realizar su actividad sin condicionamientos, pueden generar una masa de
ganancia más concentrada que afecta también la distribución del ingreso. La
lógica de acumulación de estas corporaciones pasa por explotar el mercado
interno, remitiendo utilidades al exterior, en lugar de realizar inversiones
productivas que incrementen significativamente la competitividad de la economía
y la inclusión social.
Las
estrategias de financiamiento de las grandes firmas denotan también el carácter
cortoplacista de sus proyectos, por cuanto las inversiones fueron financiadas
con endeudamiento externo al tiempo que crecía la distribución de utilidades y
dividendos (Kulfas, 2005).
Por
otra parte, la extranjerización descontrolada también afectó las posibilidades
de desarrollo de la economía local, debido tanto a la dolarización de
portafolios y remisión de utilidades al exterior como por su natural desinterés
de desarrollo de encadenamientos productivos internos, en beneficio de las
importaciones provenientes de sus países de origen. De hecho, es fácil encontrar
casos de naciones que progresaron sin una gran participación de empresas
controladas por capitales externos. En cambio, no hay experiencias donde las
empresas nacionales y/o públicas no hayan liderado el proceso de desarrollo.
Lamentablemente,
la afirmación de Schvarzer no se condice con la historia de la burguesía
nacional de la Argentina. De hecho, la extranjerización de la economía nacional
es una de las secuelas más pesadas y difíciles de superar del neoliberalismo
surgido en el mundo desde principios de los años setenta y arribado a la
Argentina desde mediados de esa década.
La radicación de empresas extranjeras en nuestro país
se consolidó a través del proceso de privatizaciones de principios de la década
del noventa. No obstante, las primeras oleadas significativas de inversiones
externas se produjeron a fines de la década de 1950. En esa oportunidad, se
destacaron las inversiones en emprendimientos nuevos que buscaron dinamizar la
industrialización que requería nuestro país principalmente en industria pesada
e infraestructura básica para el desarrollo. Esos desembolsos eran necesarios
para nuestro país ya que las divisas que generaba nuestra economía a través de
sus exportaciones agrícolas no eran suficientes. Por su parte, los inversores
externos aprovechaban las posibilidades de crecimiento que ofrecía un mercado
interno protegido y en expansión.
A
diferencia de lo que ocurrió desde fines de los años cincuenta hasta principios
de los setenta, durante la convertibilidad, las inversiones externas se
materializaban, en general, en un simple cambio de manos de la propiedad de los
capitales sin una renovación demasiado significativa del aparato productivo.
Ahora
bien, los cimientos más firmes de lo que sería una enorme pérdida de soberanía
en la conducción de la economía nacional fueron consecuencia de las políticas
aplicadas en el último golpe militar de mediados de los años setenta y, más
tarde, profundizadas en el marco de la convertibilidad entre los años noventa y
2001.
En efecto, se heredó de aquella época una estructura productiva dominada
por un reducido número de grupos económicos nacionales y extranjeros que, en el
marco de un muy intenso proceso
de concentración económica y centralización del capital, pasaron a ocupar una
posición de privilegio (disciplinando a otras fracciones del capital), tanto en
términos de su participación en el ingreso y la riqueza como por su capacidad
de subordinar al aparato estatal y, en consecuencia, influir de manera decisiva
y creciente sobre el rumbo del proceso económico, político y social. (Azpiazu y
Schorr, 2010).
La apertura de la economía, impuesta por la dictadura, promovió una
creciente concentración económica, dominada por las grandes entidades
financieras extranjeras, que lograron modificar el patrón de acumulación en la
economía nacional. Hasta ese momento, la producción industrial era el eje
fundamental de su dinámica económica. Se trataba de una industria orientada al
mercado interno con un significativo grado de concentración económica donde el
capital extranjero era predominante tanto por su incidencia dentro de las
grandes empresas como por su ritmo de crecimiento. (Basualdo, 2001).
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