domingo, 11 de noviembre de 2012

La “enfermedad holandesa”



La repercusión de esas subas de precios fue heterogénea y los niveles de aprovechamiento de las naciones sudamericanas para avanzar en transformaciones estructurales también registraron diferencias significativas.
En los países que se presentaron las mayores subas de los precios de sus productos tradicionales de exportación, como Chile, Perú y Brasil, se acentuó, en diferentes grados, la reprimarización de sus economías, es decir, que las actividades productivas con menor desarrollo tecnológico perdieron participación en términos de producción, detrimento de las actividades con mayor desarrollo tecnológico4.
A este efecto se lo conoce como “enfermedad holandesa”. Consiste básicamente en la pérdida de competitividad de un país por la revalorización de su moneda. Cuando ingresan fuertemente divisas en una economía, bajo una política de tipo de cambio libre, se revaloriza la moneda del país (hay más oferta de dólares que de la moneda de esa economía). Por ejemplo, entre 2006 y 2011, en Brasil se produjo un fluido ingreso de capitales por la suba del precio del hierro y por los el fragor especulativo financiero y bajó el precio del dólar en relación al real; en consecuencia, los costos internos de ese país, medidos en dólares, aumentaron y eso, lógicamente, redujo su competitividad (sus costos internos (como los salarios y los contratos establecidos en su moneda nacional) crecieron, medidos en dólares, y nuestro mayor socio comercial perdió mercados de exportación en productos manufacturados. De hecho, hasta el año 2006, más de la mitad de la exportación brasileña eran productos industrializados y esa participación, a medida que fue revalorizando su moneda, fue cayendo y, en 2011, sólo representó la tercera parte de sus ventas externas totales.
En la Argentina, por el contrario, se aplicaron políticas económicas, como el esquema de tipo de cambio competitivo, retenciones a las exportaciones agrícolas y de redistribución del ingreso, que lograron potenciar el crecimiento del mercado interno y redirigir parte de los recursos extraordinarios de divisas hacia un proceso de reindustrialización con inclusión social, que le permitió registrar un crecimiento mayor durante los últimos años sin que ello implique una primarización de su economía. En contraste, la industria fue un pilar del proceso de crecimiento alcanzado en los últimos nueve años.


Ante la crisis económica internacional, la administración más estricta de las compras de dólares y del comercio exterior fue la política elegida para mantener las reservas de dólares en el Banco Central y seguir promoviendo el desarrollo nacional. Optar por una brusca devaluación o por el endeudamiento, en cambio, hubiese sido repetir las políticas del pasado que terminan agudizando la dependencia de la economía nacional de los grandes centros de poder mundiales. 
Desafortunadamente, el resto de los países de América Latina registraron un deterioro de sus capacidades industriales ante la falta de una administración férrea de su tipo de cambio, de una preservación de sus mercados internos de la competencia internacional en condiciones desleales y de otras políticas de redistribución del ingreso. 

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