Más
allá de los condicionantes señalados, Argentina logró progresar en el proceso de
crecimiento más importante de su historia. Sin embargo, a fines de 2011, se
configuró un nuevo escenario a nivel local e internacional en el que surgió la
necesidad de aplicar una administración más rigurosa de las divisas para evitar
cualquier riesgo de que reaparezcan los históricos problemas de la restricción
externa; es decir, se combinaron un conjunto de fenómenos que pusieron en
riesgo el stock y el flujo de divisas que el país logró acumular a través del
proceso de reindustrialización con inclusión social. Entre ellas, cabe destacar
las siguientes nuevas condiciones de la economía local:
a. Crecimiento
del mercado interno: tras haberse prácticamente duplicado la demanda
interna desde 2003, con una estructura productiva aún dependiente de tecnología
externa y con una matriz energética muy afectada por la privatización
descontrolada del sector a principios de los años noventa, se registró una
mayor demanda de divisas para usos productivos (bienes intermedios y bienes de
capital para la producción) y una parte creciente del saldo exportador cada vez
fue más demandado para ser consumido internamente (ejemplos: trigo o carne que
se podrían exportar).
b. Sequía:
A su vez, en la sequía de fines de 2011 y principios de 2012 se perdió más
de la cuarta parte de la cosecha y, además, los precios internacionales de los
granos y las oleaginosas se estancaron o inclusive tendieron a la baja.
c. Deuda:
se avecinaba un 2012 con elevados vencimientos de deuda pública en moneda
extranjera, cerca de 11.000 millones de dólares que había que pagar en ese
concepto.
d. Crisis internacional: se agudizó a fines de
2011 el rebrote de la crisis económica internacional, que afectó el crecimiento
del mayor socio comercial de nuestro país, Brasil (su industria cayó un 3% en
el primer semestre de 2012 y su economía se estancó). En este marco, a nivel
local, se generó una mayor remisión de utilidades de las filiales europeas en
nuestro país. También, ante el debilitamiento de la demanda global (en especial
de los mercados europeos en recesión) aumentaron los desvíos de comercio
(mercadería que no podía ingresar a Europa buscaba otros mercados, como el
argentino, a cualquier costo) y, ante el pánico global, se revalorizó al dólar
a nivel mundial, lo cual deterioró la competitividad de la industria nacional.
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